domingo, 28 de diciembre de 2014

ANA, LA PROFETA, LA EVANGELIZADORA (Lc 2, 22-44)

De todos los personajes que figuran en el relato bíblico de hoy me he detenido en la profetisa Ana y en sus palabras. 

El texto da detalles de la vida de Ana, de la que dice que es viuda y que siempre vivió junto al templo sirviendo a Dios. No he podido ver en Ana otra persona que a la iglesia de base, a los múltiples ejemplos con que nos cruzamos día a día en nuestras parroquias. Personas con una fe profunda, que sirven a Dios-utilizando el lenguaje del texto-mediante su trabajo, su testimonio en sus familias, su actividad en las parroquias o en diversas actividades sociales, culturales y políticas.

Todos son Ana, como ella:
 
1. “Ancianos”, no por la edad si no por llevar toda una vida –corta o larga- junto a Dios. 
2. “Servidores”, por una entrega dedicada a lograr una vida mas digna y justa para todos.
3. “profeta” porque no ven con los ojos sino con la fuerza de un fuerte sentimiento de amor.
4. Profundamente creyentes. 

Pero Ana va más allá, recuerdo el Evangelio: “Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén”. Su dimensión evangelizadora es mucho más fuerte y positiva de la que nuestras parroquias llevan a cabo ahora. Nuestras comunidades se forman de personas coherentes, honestas y comprometidas, pero a las que se nos hace doificial evangelizar. Cierto es que también es complicado localizar a “los que aguardaban la liberación de Jerusalén”. Reconocer a las personas en búsqueda y salir a su encuentro para acompañar o mostrar el camino que nosotros recorremos no es sencillo. Exige más que el testimonio callado de vida. Mediante nuestras obras y comportamientos sabemos que las personas que nos rodean y conocen pueden sentirse interpeladas o “llamadas” a buscar su fe. Pero ¿Y aquellas personas que viven completamente ajenas y sin contacto con cristianos?. Cada vez son más este tipo de personas y no precisamente en la lejanía geográfica de Álava. 

Ser comprometidos y coherentes con nuestros principios es bueno como testimonio callado, pero hemos de descubrir también nuestra fuerza para una evangelización más abierta. Hemos de estar en búsqueda y desarrollar la vocación de encuentro para hacer una llamada oportuna, una propuesta, un ofrecimiento…

Ana nos lo pide, nos lo demuestra, que desde toda nuestra “Ancianidad-sabiduría”, “Servicio-disposición” y “acción de gracias-amor” hemos de ser tal y como dice Zararías en el mismo Evangelio de hoy: “luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”

A los que ya sois evangelizadores activos y a aquellos que estáis en camino ¡¡Feliz Navidad!!

R.G.

domingo, 21 de diciembre de 2014

EL ANUNCIO (Lc 1, 26-38)

Dios nos elige de manera inesperada, y nos deja boquiabiertos, sin saber que decir. Para María no tuvo que ser fácil asimilar lo que el ángel le decía. Pero ¿Cómo será eso? Cuando Dios nos pide algo, no es fácil, nos pide que dejemos nuestra comodidad, que seamos valientes y actuemos. Esto da miedo y Dios lo sabe. “No temas” le dice a María, “que el Señor está contigo”. Aunque la misión que Dios pone ante nosotros sea complicada, sabemos que nos guiará y ayudará a llevarla a cabo.

María al principio se resiste un poco, ¿cómo?, ¿si no conozco varón? Pero al ver las respuestas del Ángel, enseguida acepta. En ocasiones nos ocurre que se nos presenta situaciones en las que nos ofrecen un compromiso y tras un poco de reticencia aceptamos. Y luego pensamos, ¿Cómo me he metido yo en este lio?

Sentirse así es normal, pero en un tiempo ese sentimiento se disipa y tras realizar tu compromiso te queda una gran satisfacción. Un sentimiento de felicidad y gracia que no existía previamente. Y es entonces cuando entiendes las palabras del ángel, “Alégrate, llena de gracia”.

Atrévete esta Navidad a decir SI a Dios como hizo María y a experimentar una vez más el gozo y la satisfacción tras realizar tu pequeña misión.

Feliz Navidad.

A.A.

domingo, 7 de diciembre de 2014

UN NUEVO CAMINO PARA UNA NAVIDAD NUEVA (Mc 1,1-8)

Durante este tiempo de Adviento, nos preparamos para la Navidad y una vez más se hará presente aquí, a nuestro lado, entre nosotros, en nuestra vida.

El Evangelio de hoy nos dice de una manera clara que ante esta llegada, tenemos que preparar el camino al Señor, un camino que hay que cuidar y allanar, del que tenemos que quitar piedras y baches que nos estorban.


Y… ¡con cuántos estorbos me encuentro!

- Demasiado ruido y demasiadas prisas en mi vida para escuchar y pensar, para detenerme con alguien y hablar, para saborear y disfrutar de las cosas sencillas y bonitas de cada día.

- Esa apatía en mi forma de actuar, unido a ese desencanto-conformismo por las mentiras, la corrupción y tantas injusticias que aparecen por todos los lados, que en ocasiones, me quitan fuerza y ánimo para seguir luchando.

- El pasar los días haciendo mis cosas, ocupándome solo de mi y de los míos, sin preocuparme de tanta gente necesitada, que sufre y que me necesita.

- Soberbia, egoísmo, indiferencia…esas actitudes que pongo en el camino y hacen que tropiecen los demás.

Tenemos tantos obstáculos en el camino, que el Evangelio de hoy, nos llama a la construcción de un proyecto nuevo, nos invita a la acción:

· A escuchar los gritos de los que sufren en la vida. ¡A vivir desde la compasión!
· A encontrar el sentido de mi existencia y de lo que hago. ¡A ser coherente!
· A decir palabras de consuelo, a anunciar buenas noticias y a levantar el ánimo de los decaídos. ¡A contagiar esperanza!
· A no acostumbrarme a que grandes injusticias parezcan normales. Quiero mirar la vida desde los que sufren. ¡A luchar y a denunciar!
· A optar por un modelo de vida menos individual, menos competitivo y más honrado. ¡A pedir justicia!
· A aceptar distintas perspectivas, otros caminos, otros puntos de vista. 

¡A respetar!

Todos nos preparamos para una nueva Navidad

Pero, ¿preparamos el camino para una Navidad nueva?
R.A.